Esta vez, antes de irnos del oceanográfico descubrimos una zona de juegos y fuimos a probarla
tambien tuvimos que bailar cada vez que la música nos atrapó
y nos trajimos dos recuerdos a casa: una mariquita prendedor que pintó Milo en un taller que había de artesanías con cosas recicladas, y un maravilloso coche-tiburón que lo había vuelto loco la última vez que habíamos ido
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